|
|
EL HOMBRE INVISIBLE
Aquel hombre era invisible, pero nadie se percató de ello.
Gabriel Jiménez Emán
|
|
CUENTO DE HORROR
La mujer que amé se ha convertido en fantasma. Yo soy el lugar de
sus apariciones
Juan José Arreola
|
|
LA ÚLTIMA CENA
El conde me ha invitado a su castillo. Naturalmente yo llevaré la
bebida
Ángel García Galiano
|
|
MOLESTIA
Sentí una molestia muscular, era la quinta vez que yo nacía.
Enrique Vila-Matas
|
|
E-MAIL
http://www.AnayCarlosSeConocieronPorInternet.EstánAtrapadosEnEl@mor.hothothotmail.Fin//
C Canals
|
|
CRUCE
Cruzaba la calle cuando comprendió que no le importaba llegar al
otro lado.
Arturo Pérez Reverte
|
|
CADA COSA EN SU LUGAR
Hay dramas más aterradores que otros. El de Juan, por ejemplo, que
por culpa de su pésima memoria cada tanto optaba por guardar silencio y
después se veía en la obligación de hablar y hablar y hablar hasta agotarse
porque el silencio no podía recordar dónde lo había metido.
Luisa Valenzuela
|
|
PALABRAS PARCAS
Abelardo, Arsaín, astuto abogado argentino, asesino agudo, apuesto,
ágil aerobista acicalado. Atento. Amable. Amigo asiduo, afectuoso,
acechante. Ambicioso. Amante ardiente, arrecho. Autoritario. Abrazos
asfixiantes, ansiosos, asustados. Aluvión apagado, artefacto ablandado,
apocado. Agravado. Altamente agresivo, al acecho. Abelardo Arsaín. Arma al
alcance, arremete artero, ataca arrabiado, asesina. Atrapado. Absuelto:
autodefensa. ¡Ay!
Luisa Valenzuela
|
|
EL ESPEJO CHINO
Un campesino chino se fue a la ciudad para vender la cosecha de
arroz y su mujer le pidió que no se olvidase de traerle un peine.
Después de vender su arroz en la ciudad, el campesino se reunió con
unos compañeros, y bebieron y lo celebraron largamente. Después, un poco
confuso, en el momento de regresar, se acordó de que su mujer le había
pedido algo, pero ¿qué era? No lo podía recordar. Entonces compró en una
tienda para mujeres lo primero que le llamó la atención: un espejo. Y
regresó al pueblo.
Entregó el regalo a su mujer y se marchó a trabajar sus campos. La
mujer se miró en el espejo y comenzó a llorar desconsoladamente. La madre
le preguntó la razón de aquellas lágrimas.
La mujer le dio el espejo y le dijo:
-Mi marido ha traído a otra mujer, joven y hermosa.
La madre cogió el espejo, lo miró y le dijo a su hija:
-No tienes de qué preocuparte, es una vieja.
Anónimo
|
|
EL SUEÑO DEL REY
-Ahora está soñando. ¿Con quién sueña?
¿Lo sabes?
-Nadie lo sabe. -Sueña contigo. Y si dejara de soñar,
¿qué sería de ti?
-No lo sé.
-Desaparecerías. Eres una figura de su
sueño. Si se despertara ese Rey te apagarías como una vela.
Lewis Carroll
|
|
LA GORRA
Nadie logró dar con una explicación lógica para el sorprendente
hecho, pero el día que Nando, el cartero del barrio, fue atropellado por un
tranvía, iba vestido únicamente con su gorra.
Kaveri
|
|
UNA PEQUEÑA FÁBULA
|
¡Ay! -dijo el ratón-. El mundo se hace cada día más pequeño. Al
principio era tan grande que le tenía miedo. Corría y corría y por cierto
que me alegraba ver esos muros, a diestra y siniestra, en la distancia.
Pero esas paredes se estrechan tan rápido que me encuentro en el último
cuarto y ahí en el rincón está la trampa sobre la cual debo pasar.
-Todo lo que debes hacer es cambiar
de rumbo -dijo el gato... y se lo comió.
Franz kafka
|
|
EL POZO
|
Mi hermano Alberto cayó al pozo cuando tenía cinco años.
Fue una de esas tragedias familiares que sólo alivian el tiempo y la
circunstancia de la familia numerosa.
Veinte años después mi hermano Eloy sacaba agua un día de aquel pozo
al que nadie jamás había vuelto a asomarse.
En el caldero descubrió una pequeña botella con un papel en el
interior.
"Este es un mundo como otro cualquiera", decía el mensaje.
Luis Mateo Díez
|
|
EL LOCO
Dejó atrás todo, y ahora hace esculturas extrañas que vende a
turistas despistados, y aprende trucos de magia que jamás muestra a
nadie. Cree tener cosas que contar, reflexiones nunca dichas, nunca
escritas, pero nadie quiere oírlo, ni a él le gusta hablar con gente.
Antes, cuando era contable, cada día se parecía a otro día, y soñaba con
vivir así, pero sin latas de comida y sin frío. Ahora es libre, o algo
parecido, y no tiene que explicarse ante nadie, y come cuando quiere y
hace lo que quiere. Pero, incluso ahora, cada día es igual al anterior.
Jordi Cebrián
|
|
|
LA EXTRANJERA
Se han apoyado en la baranda del faro. Han llegado hasta aquí sin
miedo.
Atraídos por el amor al vértigo. Guiados por una flecha insolente de
la noche. Ella mira hacia abajo. El mar la deslumbra. Olas hinchadas como
venas patean su rabia contra la muralla de rocas. Él le pide: Ámame.
Ella no responde. Es joven y cierra los ojos como si estuviera
viviendo muchas muertes. Ella teme saltar. Él le reclama: Bésame. La luz
del faro indaga por las cosas perdidas y los encuentra a ellos. Amantes de
las sombras son el blanco del silencio. Ella quiere saltar porque en su
garganta tiene un nudo de reproches. Como él no pregunta, tampoco ella le
responde. Su pasado es un mapa deshecho. Viene de un país hundido. No
resulta fácil decir lo que se piensa. Y ella piensa demasiado. Ahora abre
los ojos para ver el naufragio de su alma. Él la abraza como si quisiera
desnudar su rabia. Ella le pide: Mátame.
Nuria Amat
|
|
EL DRAMA DEL DESENCANTADO
...el drama del desencantado que se arrojó a la calle desde el
décimo piso, y a medida que caía iba viendo a través de las ventanas la
intimidad de sus vecinos, las pequeñas tragedias domésticas, los amores
furtivos, los breves instantes de felicidad, cuyas noticias no habían
llegado nunca hasta la escalera común, de modo que en el instante de
reventarse contra el pavimento de la calle había cambiado por completo su
concepción del mundo, y había llegado a la conclusión de que aquella vida
que abandonaba para siempre por la puerta falsa valía la pena de ser
vivida.
Gabriel García Márquez
|
|
PAN BAJO LOS
PÁRPADOS 76 lecturas
Si quisiera podria ir recorriendo todas las habitaciones e ir
contando todos los azulejos y todas las fracciones de azulejo que van
cubriendo el suelo. Podría abrir el gas de la cocina y al cabo de unas
horas encender un cigarrillo. Podría cortarme los cabellos y echarlos a la
tortilla. Degollar al periquito. Oler la pared, golpear la pared, pintar la
pared. Mirar el mar, hervir las tortugas, comerme las uñas, fundir seis o
siete velas, romperme la cara a macetazos, arrojarme por las escaleras...
Pero como siempre, al final cojo la ventana y me la guardo en el bolsillo.
Anónimo aquí
|
|
HOSTAL EN LA CIUDAD VIEJA
Sobre la mesilla, junto al despertador, reposa un libro de título
curioso: Guía de edificios apuntalados de interés. En la página 37 tiene
disimulada una errata: donde dice “Caso antiguo”, debería decir “Casco
antiguo”.
El turista sueña toda la noche con paredes que encima se le caen, sin
poderlo remediar. Se trata de una pesadilla con errata o clave camuflada:
además del sueño de un turista, es un sueño futurista.
Hipólito G. Navarro
|
|
UN TIPO
Era bastante imbécil. Trabajaba en uno de esos parques temáticos. En
invierno se vestía de Silvestre y en verano de Piolín. Los psiquiatras le
diagnosticaron síndrome de doble personalidad. Era bastante imbécil.
Sonreía dentro de la careta cuando le hacían una foto. Murió el año pasado.
Un chaval precoz de once años con pelo largo y ojos guionados le prendió
fuego a la poliamida con la punta de un cigarro.
El pobre imbécil se pasaba la mitad de un año
persiguiendo y la otra mitad perseguido, la mitad de un año de blanco y
negro y la otra mitad amarillo y naranja. Cada uno de esos trajes
representaba una personalidad y una temporada, igual que el olor a pipas
impregnaba sus tardes de domingo. Su pobre mujer guarda el único traje de
trabajo dentro del ropero, en un sepulcro hecho con miles de bolitas de
alcanfor, como si fuera un monumento marca ACME. Murió en verano, así que
es Silvestre el que yace en el armario.
Fabio Rodríguez de la Flor
|
|
EL BOLI
En el sótano de la fábrica F hacen monómeros a partir de derivados
del petróleo, los cuales se transforman en polímeros o resinas sintéticas
cuando interviene un catalizador. Las resinas sintéticas se suben a la
planta principal y se dividen en la cadena A y en la B. En la primera se le
añaden elementos termoestables, se calientan, se moldean y producen tubitos
de plástico endurecido, recto, hexagonal de 7 milímetros de diámetro y 13
centímetros de longitud, y ligeramente biselado al final. En la cadena B los
polímeros se convierten en un poliestireno flexible, que por inyección se
transforma en un tubo que cabe en el interior del primero. En la cadena C
se acoplan ambos, se pone en la punta un cono metálico dorado con una
bolita diabólica y se rellena el interior de tinta (un disolvente mezclado
con negro de humo, azul de Prusia, amarillo de cromo u otros pigmentos), se
coloca una tapa y un capuchón también de plástico, y ya está hecho el
bolígrafo. Parecen todos iguales, pero ca, miles de ellos sólo valen para
que los muerdan por atrás los niños, los estudiantes y los oficinistas;
otros miles van a parar en exclusiva a las orejas de los comerciantes;
también hay miles de ellos que reposan eternamente sin hacer nada en
bolsillos de chaquetas o camisas; algunos de estos últimos, rebeldes,
eyaculan por su cuenta, destrozan las blusas y son arrojados a la basura;
los hay a millares que no hacen más que quinielas; otros muchos se pierden
y, en fin, la mayoría de ellos tiene tinta sin misterio. Pero uno entre cien
millones lleva en su interior media novela; busca, trabaja con dos de éstos
y ya la tienes completa.
Jaime de Nepas
|
|
NO DEBERÍA HABER TELÉFONOS EN EL
HOGAR DE UN MINERO
Marisa no tuvo que levantar el auricular para saber lo que le iban a
decir al otro lado del hilo telefónico: eran las cuatro menos diez de la
madrugada y Jaime estaba en el pozu... pero lo levantó. —Marisa, oye mira
que soy Serafín, ¿tas bien?, vete a buscar a la mi muyer, nun tes sola, ye
que mira... Marisa oye dime algo... Marisa colgó el teléfono sin decir
nada, arropó a Jacobo que dormía en la cuna y comenzó a llorar. Al poco,
sonó el timbre. Eran las vecinas. Ellas tampoco dijeron nada.
Aitana Castaño
|
|
MÚSICA
Las dos hijas del Gran Compositor -seis y siete años- estaban
acostumbradas al silencio. En la casa no debía oírse ni un ruido, porque
papá trabajaba. Andaban de puntillas, en zapatillas, y sólo a ráfagas, el
silencio se rompía con las notas del piano de papá.
Y otra vez silencio.
Un día, la puerta del estudio quedó mal cerrada, y la más pequeña de
las niñas se acercó sigilosamente a la rendija; pudo ver cómo papá, a
ratos, se inclinaba sobre un papel, y anotaba lago.
La niña más pequeña corrió entonces en busca de su hermana mayor. Y
gritó, gritó por primera vez en tanto silencio:
-¡La música de papá, no te la creas...! ¡Se la inventa!
Ana María Matute
|
|
|
|
No hay comentarios.:
Publicar un comentario